La filosofía y práctica budista descansa en dos pilares fundamentales: sabiduría y compasión. La meditación vipassana o visión clara abre el camino de la sabiduría, desarrollando la calma, la estabilidad y la claridad mental como herramientas para poder comprender la transitoriedad de todos los fenómenos, entender la naturaleza del sufrimiento y reconocer la falta de existencia de un yo sólido.
El desarrollo de esta visión clara nos revela la falta de existencia inherente de todas las cosas, esto es, la vacuidad. Vacuidad no significa que las cosas no existen, sino que no existen independientemente. Todo es interdependiente. Todo está interconectado. Nada ni nadie puede existir por sí mismo.
Y de este entendimiento o, mejor dicho, cuando experimentamos este entendimiento, puede surgir de forma natural un sentimiento de amor y compasión incondicional. La compasión incondicional no impone requisitos, no es selectiva. Es hacia todo y hacia a todos.
La meditación Metta, de la bondad amorosa o amor incondicional, genera un sentimiento de amor y benevolencia que se extiende y se instala en tu mente, y en tu corazón, como un estado permanente, como un estado de ser. A esto se le llama compasión pura o no referencial. Es una sentimiento de amor y compasión que no está relacionado con nada ni nadie en particular, no necesitamos nada que la genere o la motive. Simplemente, está, es. Hay evidencia científica de los efectos de estas prácticas meditativas en el cerebro:
- Aumenta la sincronía cerebral, relacionada con la atención, el aprendizaje y la percepción consciente
- Produce una mayor actividad de ondas gamma, ondas presentes en las actividades mentales superiores y en la conciencia
- Aumenta la actividad en la ínsula, región cerebral que interviene en las señales corporales asociadas a las emociones
- Incrementa la actividad de la unión temporo occipital del cerebro relacionada con la empatía.
Pero además, se ha evidenciado otros dos efectos de la meditación Metta que considero realmente significativos y que resultan emocionantes y esperanzadores para la evolución de nuestra consciencia y de nuestro potencial como seres humanos:
- Aumenta la actividad de las regiones responsables del movimiento planificado, lo que Matthiew Ricard, el monje budista considerado el “hombre más feliz del mundo”, explica como una total disposición a actuar y ayudar al otro.
- Todos estos efectos que hemos detallado, no sólo se manifiestan en el momento de la meditación, sino que se mantienen en el tiempo, son duraderos. Por lo tanto, pueden generarse, entrenarse e intensificarse mediante la práctica.
Meditemos y experimentemos como Metta, la bondad amorosa, el amor incondicional, impregna nuestra mente, nuestro corazón y nuestras vidas.