El arte de la relajación

El estrés afecta es un trastorno de salud que experimenta un gran número de personas en nuestra sociedad actual. Saber relajarse constituye un arte y, a la vez, una necesidad, para poder descargar la tensión psicofisiológica y re-conectar con nosotros mismos.

Muchas personas no saben relajarse porque no lo han aprendido, nadie les ha enseñado.

En muchas ocasiones, han oído aquello de” túmbate y relájate” o “respira y relájate”, pero nadie les ha explicado cómo deben hacerlo. En realidad, existen numerosas técnicas de relajación pero una de las más sencillas y eficaces es la relajación yóguica, que llamamos Shavasana.

En primer lugar, para poder relajarnos, es necesario desarrollar la atención y la toma de conciencia de las sensaciones de nuestro cuerpo y del estado de nuestra mente, para de esta forma, detectar los posibles nudos o tensiones. A través del Hatha Yoga desarrollamos la atención a la postura; la meditación nos enseña a focalizar nuestra mente, ya sea en la práctica sentada o en el desarrollo de la atención plena en la vida cotidiana; las prácticas de pranayama nos ayudan a ser conscientes y optimizar el flujo de nuestra energía interna; y por último, la relajación yóguica nos enseña a observar y profundizaren las sensaciones físicas y los estados mentales para ser consciente y reconocer las posibles tensiones y resistencias de nuestro cuerpo y de nuestra mente.

En concreto, la práctica de la relajación yóguica o shavasana consiste en ir llevando la atención a las diferentes partes del cuerpo, desde los pies hasta la cabeza, intentando soltar y aflojar cada parte, a medida que vamos avanzando. Podemos desarrollar una sensación de liviandad o, por el contrario, de pesadez, en cada parte y, sobre todo, en aquellas que sintamos tensas, molestas o doloridas. Éste es un repaso lento, gradual y consciente del propio cuerpo, en el que nos detenemos en cada rincón, sin pasar al siguiente hasta que no lo hayamos relajado completamente.

Como ayuda en este proceso de relajación consciente, si aún no tenemos demasiada práctica en el desarrollo de esta técnica (una vez llegamos a la cabeza y terminado así, el repaso detallado de todo el cuerpo), podemos visualizar una situación o un lugar donde nos hayamos sentido relajados anteriormente: un paseo por el campo, una playa tranquila, una puesta de sol, etc, evocando así “nuestro lugar favorito de relajación”.

Con el tiempo, según avanzamos en la práctica, vamos dejando a un lado las visualizaciones para absorbernos en un estado puro de bienestar y de paz, ese estado que está más allá de la mente y de los pensamientos.

Conectaremos con nuestra esencia, con los más profundo de nuestro Ser, comprobando que ese es el verdadero lugar dónde siempre podremos descansar y relajarnos, dónde podemos parar, dejar de hacer y simplemente, ser.

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