Al practicar silencio, lo primero que se revela es cuán innecesarias son muchas de las palabras que pronunciamos. El silencio es un maestro en el arte de discernir qué es lo verdaderamente importante.
Cuando practicamos silencio, no nos limitamos a no hablar, sino que intentamos mantener un estado de silencio interior o Antar Mouna. Se trata de permanecer en una continua práctica de meditación. Naturalmente, este último aspecto es el que nos puede resultar más dificultoso.
Sin embargo, el simple acto de no hablar ya nos muestra algunas cosas importantes.
Cuando no hablamos practicamos la humildad, dándonos cuenta de la importancia que otorgamos a expresar nuestras opiniones y pensamientos, incluso aunque no nos las hayan solicitado.
Al evitar hablar, también evitamos envanecernos, mostrar auto-importancia, juzgar, valorar y discutir para hacer prevalecer nuestras opiniones o para intentar convencer a los demás con nuestras razones.
Practicando silencio prevenimos la reactividad y favorecemos un estado de presencia y conciencia. El silencio nos descubre mucho de nosotros mismos, de nuestras tendencias, de nuestras limitaciones y dificultades, de todo aquello que, la mayoría de las veces, pasa inadvertido por nuestro impulso a hablar, a explicarnos, a justificarnos y a crear con palabras ese “yo” que nos gustaría ser.
Después de una práctica de silencio, habrás aprendido a dar el justo valor a tus palabras y serás más consciente de las consecuencias que éstas tienen para los demás y para ti mismo; estarás más atento y serás más cuidadoso cuando llegue el momento de pronunciarlas.