El mejor maestro: la propia experiencia

Rishikesh, ciudad del norte de la India, centro neurálgico del yoga, se encuentra salpicada por numerosos ashrams, dirigidos por maestros y gurús, que congregan a gran cantidad de practicantes de yoga y meditación, buscadores espirituales o personas curiosas por conocer o profundizar en algunas de las técnicas orientales de autorealización.

Como en todos los lugares que adquieren fama por el desarrollo de una disciplina, se pueden encontrar centros, maestros y discípulos auténticos que hacen honor a la misma por sus enseñanzas y prácticas genuinas y por la honesta y sincera intención de compartir o aprender técnicas, conocimientos y descubrimientos.

La otra cara de la moneda, son los falsos maestros o gurús, movidos por otros intereses más mundanos y los que acuden a centros, cursos y ceremonias guiados más por la moda o el «folklore» que por una auténtica motivación de búsqueda y aprendizaje.

A un verdadero maestro se le reconoce porque nunca te dice lo que debes y no debes hacer, o cómo tienes que pensar y porque nunca te impondrá sus propios pensamientos o prácticas.

Un verdadero maestro te invita a pensar, a descubrir a partir de tu propia experiencia. Ni siquiera te hablará del resultado de las prácticas y de las técnicas que desarrolla, sino que te estimulará para que tú mismo descubras su alcance, al igual que él y sus anteriores maestros hicieron desde tiempos inmemoriales.

Un verdadero maestro no te hablará de logros, te acompañará en tu camino, aunque viva a miles de kilómetros de distancia o incluso, aunque haya dejado de existir materialmente. Un verdadero maestro no resolverá tus dudas ni tus problemas, sino que te devolverá tus preguntas para que seas tú mismo quien las responda. Como Buda, un verdadero maestro te dirá que no creas nada que no hayas sometido antes a tu propia experimentación.

Por nuestra parte, como observadores, aprendices o practicantes, es nuestra responsabilidad así como nuestro deber, descubrir y ser honestos y coherentes con nuestras propias y auténticas intenciones.

Deja un comentario